sábado, 10 de noviembre de 2018

Carles Riba / Templo de Poseidón



Templo de Poseidón
Cabo Sunión. Grecia.
Arquitectura cásica griega.
Orden dórico.
S. V a.C.


¡Súnion! Te evocaré desde lejos con un grito de alegría,
a ti y a tu sol leal, rey de la mar y del viento: 
por tu recuerdo, que me yergue feliz de sal exaltada, 
con tu absoluto mármol, noble y antiguo yo como él.
¡Templo mutilado, desdeñoso de las otras columnas 
que en el fondo de tu salto, bajo la ola riente, 
duermen la eternidad! Tú velas, blanco en la altura, 
por el marinero, que por ti ve bien dirigido su rumbo; 
por el ebrio de tu nombre, que a través del desnudo monte bajo
va a buscarte, extremo como la certeza de los dioses; 
por el exiliado que entre arboledas sombrías te vislumbra 
súbitamente ¡oh preciso, oh fantasmal! y conoce
por tu fuerza la fuerza que le salva de los golpes de azar, 
rico de lo que dio, y en su ruina tan puro.


Carles Riba. “Elegía II”,  Elegías de Bierville




domingo, 8 de julio de 2018

J. W. von Goethe / Villa Capra



Andrea Palladio
Villa Capra ( Villa la Rotonda)
Arquitectura renacentista italiana del Cinquecento.
1566
Vicenza


Hoy he visitado la suntuosa casa llamada La Rotonda, situada en una agradable colina, cosa de media legua de la ciudad. Es un edificio cuadrado que encierra una sala redonda, iluminada con luz zenital. Por los cuatro costados se sube ancha escalinata que conduce á un pórtico, formado de seis columnas jónicas. Quizás la arquitectura no desplegó nunca mayor lujo. El espacio de las escalinatas y pórticos es mucho más grande que el de la casa misma; pues cada lado, aisladamente, podría ser fachada de un templo. Del interior puede decirse que es habitable, pero no cómodo. La sala tiene bellas proporciones; los cuartos también, más apenas serían suficientes para las necesidades de una familia opulenta en su residencia de verano. En cambio es siempre espléndida, desde cualquier lado que se la mire, gracias al país en que se halla emplazada. Ofrecen gran variedad la masa del edificio y las columnas salientes á los ojos del que lo observa en derrededor, y la idea del propietario fundador realizóse entera, porque deja tras de sí un grande y buen fideicomisario y un monumento sensible de sus riquezas. Y así como el edifico vese de manera admirable desde todos los puntos de las cercanías, de igual modo la vista desde él es de lo más agradable.



domingo, 10 de junio de 2018

Marilina Rébora / Retrato de abuelo con nieto



Domenico Ghirlandaio
Retrato de abuelo con nieto
Pintura renacentista italiana del Quattrocento
1490
Museo del Louvre

El niño mira inmóvil la cara del abuelo,
del todo indiferente al punzó de su traje
o al reflejo plateado del bien peinado pelo
o al fondo con azul del lejano paisaje.

Es la nariz violenta, ridículo modelo,
lo que el nieto no ha visto en ningún personaje
y que atrae la mirada de inquisitivo anhelo,
mientras posa la mano sobre el rico ropaje.

Delicioso perfil en su inocencia grato.
Delicadas facciones en brusca diferencia-
se han querido acentuar con uno, otro retrato-:

el del anciano, exento de mayores arrugas,
quizá para mostrar más la cruel excrecencia
de la nariz, asiento de vinosas verrugas.



domingo, 29 de abril de 2018

Rafael Alberti / La Romería de San Isidro.




La Romería de San Isidro 
1820-1823
Pinturas negras
Museo del Prado de Madrid



MANCO (quitándole la bota). - ¡Trae para acá esa bota! Hay poco. También los otros tienen sed.
CIEGO.- ¿Los otros? ¿Sois muchos? ¿Qué estáis haciendo aquí?
MANCO (con un gesto, indicando a los demás que no hablen).-Preguntas tú demasiado.
CIEGO.- No veo.
MANCO (rápido).- ¿De dónde diablos vienes? ¿Con qué gentes andabas? ¿Adónde ibas?
CIEGO (en tono creciente).-  ¡No veo! ¡No veo! ¡No veo!
MANCO (palpándole la ropa).- ¡Responde! ¡Responde! (Gritándole) mientras le quita la guitarra y la sacude.) ¿Qué traes ahí, dentro de la guitarra? ¿Qué es lo que traes? Habla.
CIEGO (seguro) pero con furia).- ¡Na­da! ¡Nada! ¡Rómpela, si te parece! ¡No veo! ¡No veo! Vengo de la Pradera. Soy de la comparsa del Tuerto, del Cojo, del Bizco, del Manco, de todos los lisiados y piojosos de Madrid. ¡Regístrame! ¡Desnú­
dame! ¡Párteme los andrajos! ¡Haz trizas la guitarra! ¡No veo! ¡No veo!
MANCO (devolviéndole el instrumento).- Creí... Hay quienes pasan noticias al francés...
CIEGO.-Odio al extranjero. Ya ni sé cómo es. Pero lo escucho, lo siento siempre aquí, agarrado en mi carne. El me sacó la vista de los ojos.
VIEJA 1 (apareciendo). - jJi, ji! Yo conozco a ese hombre...
ESTUDIANTE.- ¿Y por qué te lo guar­daste en el buche, murciélago?
VIEJA l.- Echaba un sueñecito entre los sacos. Antes era un buen mozo. ¡Las flores con pimienta que le habrá dicho a mi hermosura! ¡Y con las manos no se quedaba corto! ¡Ji, ji!
CIEGO (riendo).- ¿Estás aquí, lendre­ra de la reina, arruga del infierno, esco­bajo de todos los bacines, mojón con fle­cos del más sumido ojete de la Corte? (Buscándola con un brazo extendido.) Ven que te tiente esa pechuga seca de gallina... (Comienza de nuevo el cañoneo.) ¡Zambomba!
MANCO.-En esta barricada se ríe todo el mundo. Que se vaya el que llore. Aquí no estamos para eso, sino para luchar y morir si es preciso, pero con la risa en la boca. (Arrecia el cañoneo. A una indica­ción del MANCO, todos suben a la barri­cada, ayudando al CIEGO a entrar en ella.)
¡Tirad, tirad, cobardes! ¡Somos los mis­mos del 2 de mayo! ¡Los acuchillados y pateados de la Puerta del Sol! ¡Los resu­citados de la Casa de Campo y las orillas del Manzanares! ¡Más vais a llorar luego que nosotros reírnos ahora!
CIEGO (en lo más alto de la barricada, rompiendo a cantar con la guitarra, co­reado por todos).
¡Madrid, qué bien resistes
los bombardeos!
De las bombas se ríen
los madrileños!
(Ríen todos hasta alcanzar el agudo más alto. Después, silencio, quedando la ba­rricada en penumbra. Del fondo del sa­lón avanzan dos milicianos de la guerra ci­vil española tarareando, en sordina, la canción anterior: «¡Madrid, qué bien resistes!...» Van vestidos como en los pri­meros meses de la contienda, año 1936. El MILICIANO 1 lleva un brazo en cabes­trillo; el 2, una linterna de luz potente, que va enfocando, mientras habla, por to­dos los rincones, paredes y techos del sa­lón.)
MILICIANO 1. - Andan desesperados esta noche.
MILICIANO 2.-Están cayendo bombas cerca del Museo. Pensé que alguna había hecho blanco. Va a ser difícil que se escape. Pronto se evacuarán las obras más famosas. Se las llevarán lejos, a sitios más seguros. Aquí son un peligro. Los técnicos trabajan sin descanso. Hay cuadros tan enormes -ya los viste en los sótanos- que no sé cómo van á poder salir por las puertas. Ahí estaban colgados los de Go­ya: La carga de los mamelucos en la Puer­ta del Sol y Los fusilamientos de la Moncloa. Y, adentro, los Ticiano, los Velázquez...
MILICIANO l .- ¡Vaya días de noviem­bre, camarada! Arde Madrid. No olvida­remos este 1936.
MILICIANO 2.-Se combate en Usera, en la Casa de Campo, en el Manzanares, en el Puente de los Franceses, en la Mon­cloa, en la Ciudad Universitaria... ¡Y con qué furia, compañero!
MILICIANO l.- ¡Lástima estar aquí! A mí me hirieron en la sierra…
MILICIANO 2.-Creyeron que entraban. Se han visto moros perdidos hasta por la Gran Vía.
MILICIANO l.-En el Puente de To­ledo, las muchachas del barrio sur se han portado como leonas.
MILICIANO 2.-Combate todo el mun­do. Chicos y grandes. Con piedras, con botellas de líquido inflamable, con armas viejas sacadas de no se sabe dónde. (Se encaminan hacia el lateral izquierdo del primer término.)
MILICIANO l.-Madrid está casi cerca­do. Pero no pasarán.
MILICIANO 2 (iniciando el mutis).­¡No pasarán! Ni con ayuda de alemanes, de moros, de italianos, de portugueses... (Ya desaparecidos los dos.) ¡No pasarán!
Noche de guerra en el Museo del Prado

domingo, 15 de abril de 2018

José Ángel Valente / El poeta lírico





Der Lyriker (autorretrato)
Pintura expresionista.
 1911


La cabeza ya ha sido abatida por los vientos o por un solo viento, solitario el viento y violento y triste. No la ha segado, la ha vencido. Se mantiene, sin embargo, viva; la frente grande, los grandes ojos abiertos, los colores intensos que encienden la faz de un pájaro no del todo rendido a su inmensa desgracia, la de no hacer reír y alimentar sin fin el llanto. Huracanado, el viento ha reducido hasta la horizontal, lo plano, el pensamiento. El cuerpo duramente lo sostiene. El cuerpo es la sola extensión sin fin del pensamiento. No hay cuello o no se ve. No hay tallo. No hay tallo que sostenga esta cabeza dolorosa. El hombro izquierdo de la triste figura, apenas descubierto bajo la oscura túnica parece cumplir esa función del tallo ausente. La cabeza se inclina casi en la horizontal hacia el lado derecho. La capa oscura ocupa en vuelos amplios buena parte del cuadro. Pero no llega a cubrir ni el rojo intenso del desnudo sexo ni el tronco erecto que sube a un tiempo blanco y llameante hacia el perfecto ángulo que componen el brazo y la mano derechos sosteniendo la izquierda que sostiene a su vez a la entera figura. Manos de dedos y uñas incendiados. Casi en ángulo recto, las líneas de las manos y los dedos son el centro del cuadro. ¿El centro del pensar? Ardiéramos con ellos en lo nunca extinguible.


domingo, 8 de abril de 2018

Miguel de Unamuno / Cristo crucificado



Diego Velázquez
Cristo crucificado,
Hacia 1632.
Pintura barroca española.
Museo del Prado. Madrid.



A L B A

Blanco estás como el cielo en el naciente
blanco está al alba antes que el sol apunte
del limbo de la tierra de la noche:
que albor de aurora diste a nuestra vida
vuelta alborada de la muerte, porche
del día eterno; blanco cual la nube
que en columna guiaba por el yermo
al pueblo del Señor mientras el día
duraba. Cual la nieve de las cumbres
ermitañas, ceñidas por el cielo,
donde el sol reverbera sin estorbo,
de tu cuerpo, que es cumbre de la vida,
resbalan cristalinas aguas puras
espejo claro de la luz celeste,
para regar cavernas soterrañas
de las tinieblas que el abismo ciñe.
Como la cima altísima, de noche,
cual luna, anuncia el alba a los que viven
perdidos en barrancos y hoces hondas,
¡así tu cuerpo níveo, que es cima
de humanidad y es manantial de Dios,
en nuestra noche anuncia eterno albor!

Miguel de Unamuno.
El Cristo de Velázquez
(Fragmento)

jueves, 15 de marzo de 2018

Ramón Cote / Expulsión del Paraíso



Masaccio
(Antes de su restauración)
Pintura renacentista italiana
1425-28
Capilla Brancacci
Iglesia de Santa María del Carmine (Florencia)




EXPULSIÓN DEL PARAÍSO
                Masaccio


                       Para Renato Sandoval

Ni siquiera las lágrimas
    espesas como el mercurio


ni el yunque ardiente
     que les quemaba muy adentro


ni los kilómetros de zarzas
     que hicieron sangrar sus tobillos


ni la prolongada llovizna
     que los recibió de pie en la
     intemperie.


Nada, nada de eso, ni las semanas ni
las arenas
     ni las sucesivas generaciones


han podido borrar de nuestros cuerpos
     ese aroma a jazmín que un día
      muy lejano


trajeron del Paraíso.


domingo, 25 de febrero de 2018

Ángeles Yagüe / Los novios sobre el cielo de París




Los novios sobre el cielo de París
1970


COBIJO

El cobijo de las casas calientes
del poso de café en el vaso,
con la cucharilla dentro,
de la caja de lápices multicolores,
de tenerte a mis espaldas
y charlar a ratos contigo
o leerte el último poema.
De esa pareja blanca y azul que vuela
en el cuadro de Chagall
o los libros que se amontonan
a mi derecha,
prestos a abrirme sus tesoros,
en las tardes invernales
cuando fuera hace tiempo que es de noche
y la lluvia no se cansa de sonar.

domingo, 18 de febrero de 2018

Tomás Morales / Epitalamio





Epitalamio o las bodas del principe Néstor, 1909
Pintura modernista
Museo Néstor. Las Palmas de Gran Canaria.

Hay un bello palacio; Su hechura
el azul de los cielos explora
-maravilla de la Arquitectura-
el frontón de perfecta finura,
profusión estatuaria decora.

El alcázar rodea eminente
columnata de ónix bruñido
cual la adarga de Palas luciente;
y en el pórtico tú, negligente,
como en tu «Epitalamio» vestido.

A lo lejos, el mar en sosiego
de infinito y azul embriagado;
semejando el rumor de su juego
el respiro de un cíclope ciego
por la mano de Zeus castigado.

iNoble mar de las gracias helenas
celebrado de heroicas acciones!
iViejo mar, cuyas ondas serenas
sonrosaron de amor las. Sirenas
y aclamaron los roncos tritones!

Tomás Morales
Las rosas de Hércules. A Néstor.
(fragmento)

domingo, 11 de febrero de 2018

Ángeles Castellanos / La Gioconda




Leonardo da Vinci
Pintura renacentista italiana.
Entre 1503 y 1519
Museo del Louvre. París.

Mirando a la Gioconda

(En el Museo del Louvre, naturalmente)

¿Te ríes de mi? Haces bien.
Si yo fuera Sor Juana
o la Malinche o, para no salirse del folklore,
alguna encarnación de la Güera Rodríguez
(como ves, los extremos, igual que Gide, me tocan)
me verías, quizá, como se ve
al espécimen representativo
de algún sector social de un país del Tercer Mundo.

Pero soy solamente una imbécil turista de a cuartilla,
de las que acuden a la agencia de viajes para que
les inventen un tour. Y monolingüe
¡para colmo! que viene a contemplarte.

Y tú sonríes, misteriosamente
como es tu obligación. Pero yo te interpreto.

Esa sonrisa es burla. Burla de mí y de todos
los que creemos que creemos que
la cultura es un líquido que se bebe en su fuente
un síntoma especial que se contrae 
en ciertos sitios contagiosos, algo
que se adquiere por ósmosis.

Poesía no eres tú.

domingo, 4 de febrero de 2018

Luis Racionero / Virgen de las Rocas



Leonardo da Vinci
La Virgen de las Rocas
Pintura renacentista italiana
1483-1486
Museo del Louvre. Paris


Me dirás qué tiene que ver esa Virgen sentada entre las rocas con la Inmaculada Concepción. No mucho, supongo, pero la visión es mía y para mí la Inmaculada Concepción es el misterio de la Madre y la Naturaleza. No es lo mismo mirar que ver. El sabio capta las armonías subyacentes entre las cosas y sabe usarlas para sus fines. Desde cuando tenía veintiún años encontré fácil imitar a la naturaleza; me percataba que, tras los objetos exteriores que tan fácilmente podía copiar, yacían escondidos secretos a cuyo conocimiento valía la pena dedicar mis esfuerzos. Pues bien, en esa Virgen entre las rocas yo quise expresar el secreto del Alma del Mundo y de la Madre, inmaculada o no. Para mí, el símbolo que representa la naturaleza es la Madre, no la madre de Dios, sino la del mundo. A través de la madre yo no veo, como los cristianos, al hijo, sino a la naturaleza toda. No he querido pintar Madonas con nimbos, resecas y planas como un icono bizantino, cosa de la que no se libró Giotto y muy poco Angélico, yo he seguido la innovación de Masaccio, el más grande pintor de Florencia, que puso rostros humanos, vivos, a sus santos y Madonas. Tampoco he querido pintar alas doradas o de pavo real a los ángeles, a los que identifico por su naturaleza andrógina, porque el sexo de los ángeles es doble: masculino y femenino a la vez. La Virgen es una dama y el ángel un efebo. No hace falta más, ni auras ni alas, su esencia debe aflorar de su rostro

La sonrisa de la Gioconda

domingo, 28 de enero de 2018

Julio Cortázar / Dama con unicornio



Rafael de Sanzio
La dama del unicornio
Pintura renacentista italiana
1505-06
Galleria Borghese. Roma


Saint-Simon creyó ver en este retrato una confesión herética. El unicornio, el narval, la obscena perla del medallón que pretende ser una pera, y la mirada de Maddalena Strozzi fija terriblemente en un punto donde habría fustigamientos o posturas lascivas: Rafael Sanzio mintió aquí su más terrible verdad. El intenso color verde de la cara del personaje se atribuyó mucho tiempo a la gangrena o al solsticio de primavera. El unicornio, animal fálico, la habría contaminado: en su cuerpo duermen los pecados del mundo. Después se vio que bastaba levantar las falsas capas de pintura puestas por los tres enconados enemigos de Rafael: Carlos Hog, Vincent Grosjean, llamado «Mármol», y Rubens el Viejo. La primera capa era verde, la segunda verde, la tercera blanca. No es difícil atisbar aquí el triple símbolo de la falena letal, que a su cuerpo cadavérico une las alas que la confunden con las hojas de la rosa. Cuántas veces Maddalena Strozzi cortó una rosa blanca y la sintió gemir entre sus dedos, retorcerse y gemir débilmente como una pequeña mandrágora o uno de esos lagartos que cantan como las liras cuando se les muestra un espejo. Y ya era tarde y la falena la habría picado: Rafael lo supo y la sintió morirse. Para pintarla con verdad agregó el unicornio, símbolo de castidad, cordero y narval a la vez, que bebe de la mano de una virgen. Pero pintaba a la falena en su imagen, y este unicornio mata a su dueña, penetra en su seno majestuoso con el cuerno labrado de impudicia> repite la operación de todos los principios. Lo que esta mujer sostiene en sus manos es la copa misteriosa de la que hemos bebido sin saber, la sed que hemos calmado por otras bocas, el vino rojo y lechoso de donde salen las estrellas, los gusanos y las estaciones ferroviarias.

Julio Cortázar
Historia de cronopios y de famas

domingo, 21 de enero de 2018

Eugenio Montejo / Batalla de San Romano



Paolo Uccello
Batalla de San Romano
Pintura renacentista italiana
C. 1435-55
Galería de los Uffizi. Florencia


UCCELLO, HOY 6 DE AGOSTO

En el cuadro de Uccello hay un caballo
que estuvo en Hiroshima.
Nadie lo ve cuando se ausenta,
cuando sus ojos beben sombra
sobre los cascos que se pulverizan.

Uccello dejó un mapa de la guerra
arcaico, con armas inocentes.
No dibujaba aviones ni torpedos,
desconocía los submarinos,
su muerte iba del gris al rojo, al verde.

Sólo el caballo en este 6 de agosto
está herrado con viejas cicatrices,
sólo sus patas llevan en la noche
a la desolación del exterminio.

Es un caballo torvo, atado a un árbol,
siempre listo en su silla,
Uccello lo cubrió con capas de pintura,
lo borró de su siglo,
y hoy aguarda en el fondo de la cuadra
con los jinetes del Apocalipsis.


domingo, 14 de enero de 2018

José Watanabe / El grito



Edvard Munch
El grito
1893
Pintura expresionista
Galería Nacional de Oslo



EL GRITO (EDVARD MUNCH)

Bajo el Puente de Chosica el río se embalsa
y es de sangre,
pero la sangre no me es creída.
Los poetas hablan en lengua figurada, dicen.
Y yo porfío: No es el reflejo del cielo crepuscular, bermejo,
en el agua que hace de espejo.

Oyen el grito de la mujer
que contemplaba el río desde la baranda
pensando en las alegorías de Heráclito y Manrique
y que de pronto vio la sangre al natural fluyendo?
Ella es mujer verdadera. Por su flacura
no la sospechen metafísica.
Su flacura se debe a la fisiología de su grito:
Recoge sus carnes en su boca
y en el grito
las consume.
El viento del atardecer quiere arrancarle la cabeza,
miren cómo la defiende, cómo la sujeta
con sus manos
a sus hombros: Un gesto
finalmente optimista en su desesperación.
Viene gritando, gritando, desbordada gritando.
Ella no está restringida a la lengua figurada:
Hay matarifes
y no cielos bermejos, grita.

Yo escribo y mi estilo es mi represión. En el horror
sólo me permito este poema silencioso.

Historia natural (1994)



domingo, 7 de enero de 2018

Édouard Schuré / Hermes de Olimpia



Praxíteles
Hermes con Dionisos niño.
Escultura griega del periodo clásico final.
Siglo IV a. C.


¿Queréis ahora contemplar a la flor de la juventud helénica? Contemplad el Hermes de Praxíteles. La estatua se ha conservado casi intacta en el mismo lugar en el que la colocara Pausanias en el templo de Juno, y está de acuerdo con su descripción. No hay, pues, duda alguna sobre su autenticidad. Más su mejor firma es su belleza. He aquí el arte griego en su perfección con un encanto fluido y un temblor de vida que no pertenece más que a este maestro. Hermes, que está en pie y tiene la cabeza levemente inclinada, lleva en su brazo izquierdo un pequeño Baco a quien muestra un racimo de uvas que sostiene con la derecha. El niño se apoya con una mano en el hombro de su preceptor y tiende la otra hacia el fruto deseado. Y el hermoso joven mira al niño apasionado con ternura y dulce malicia. Diríase que el tórax, el cuello, los brazos y las piernas de Hermes han sido cinceladas por las Gracias y ajustadas al canto de las Musas. En su frente transparente brilla la inteligencia bajo la rizada cabellera; una sonrisa entreabre sus labios, y el pensamiento brota de sus ojos claros. Va a hablar… La palestra le ha servido únicamente para hacer que su cuerpo se convierta en la lira de su alma, en el templo de su espíritu. Es el verdadero efebo; presto a escuchar a Sófocles y a comprender a Platón. De este mármol emana un escalofrío de divina juventud, que nos hace pensar que la forma humana es algo sagrado.

La Grecia heroica y sagrada