domingo, 29 de octubre de 2017

Vicente Blasco Ibañez / La maja desnuda



Francisco de Goya
La maja desnuda
1790-1800
Museo del Prado. Madrid.

El pintor contempló con delectación aquel cuerpo desnudo, graciosamente frágil, luminoso, como si en su interior ardiese la llama de la vida, transparentada por las carnes de nácar. Los pechos firmes, audazmente abiertos en ángulo, puntiagudos como magnolias de amor, marcaban en sus vértices los cerrados botones de un rosa pálido. [...]

Era la mujer pequeña, graciosa y picante; la Venus española, sin más carne que la precisa para cubrir de suaves redondeces su armazón ágil y esbelto. Los ojos ambarinos, de malicioso fuego, desconcertaban con su fijo mirar; la boca tenía en sus graciosas alillas el revuelo de una sonrisa eterna; en las mejillas, los codos y los pies, el tono de rosa mostraba la transparencia y el fulgor húmedo de esas conchas que abren los colores de sus entrañas en el profundo misterio del mar.

Vicente Blasco Ibañez.
La maja desnuda. 1906

domingo, 22 de octubre de 2017

Athos Dimoulás / Auriga de Delfos



Auriga de Delfos
Escultura griega. Estilo severo
474 a. C.
Museo Arqueológico de Delfos

El auriga de Delfos

Cuando te vi no pregunté
con exactitud qué llevabas en las manos.
Inmediatamente sentí que conduces
algo de gran importancia; la excelencia
del carro del sol.
Tu atención no podía
centrarse entonces en nada
efímero y terrenal; algo de altura,
algo único parece que examinas.

Y mostraba tu serenidad
que exclusivamente para eso
habías nacido.

Athos Dimoulás
Ποιήματα (Poemas), 1951

domingo, 15 de octubre de 2017

Luís Antonio de Villena / Idilio




Idilio
1868 


EL VIAJE INFINITO DEL ARTE MODERNO

Dicen que se quedaba en silencio.
Largas horas. En silencio.
Se llama sufrir. No es agua muerta. Un pantano
en silencio. Hay vértigos adentro.
Una sierra eléctrica, brutal, que zumba a veces.
Y no lo sé. Sufrir. Y de repente
Las piernas del Idilio de Fortuny. Como voz de vida.
Y hablaban interminablemente después.
¿Quién dijo la palabra motriz? ¿Qué dices cuando dices, etc...?
Te juro que me tiene sin cuidado.
Lo que quiero es ser feliz,
solo algo más que mantenerme en pie.
¿Saber? También saber. Y joder. Y mirar cuadros.
Pero apenas nunca ocurre.
¿Hablo? ¿Digo?
Largas horas. Fatiga.
Dijo: El Estado, nos está masacrando el Estado...
Y ella le miró delicadamente, anochecía:
Creo que esa luz rojiza está intentando decirnos algo.

Asuntos de delirio

domingo, 8 de octubre de 2017

Francisco Brines / Santuario de Delfos



Arquitectura griega.
Delfos (Fócida, Grecia)


Después del espectáculo brillante, del entusiasmo
de la apretada multitud,
poseído de una creciente repugnancia,

He subido las laderas de Delfos,
en donde el sol enloquecía los moribundos gritos de las aves,
y he asistido desde el mísero templo, desde el lugar famoso
de las antiguas vanidades (nidal de la rapiña,
trofeo de la guerra, solar arruinado de las artes,
cáscara de la vida),
a ese momento que justifica al hombre,
pues otra vez yo ví como su rostro se mudaba,
y la emoción de aquel hundido valle de olivos silenciosos
reposando en el mar
apagaba la luz del fatigado cuerpo adolescente,
y lo dejaba como una piedra desvaída, de oro;
y pude así pensar,
con el terror que da el conocimiento más profundo,
en el azar de los encuentros de los hombres,
no sólo en el espacio,
también en la oquedad ilímite del tiempo.
(…)
Relato superviviente (Fragmento)

domingo, 1 de octubre de 2017

Silvio Mattoni / Piedad




Piedad
1795
Tate Gallery. Londres



Hay un cuadro de William Blake, creo,
sobre la piedad, donde una mujer pasa
volando en un caballo cubierto de telas
impulsadas por el viento, llevadas
contra el fondo gris azulado de una noche
sombría. Y en sus manos recoge a un pequeño
homúnculo, un ser miniaturizado
de bucles rubios que parece irse
con ella. Pero su mirada rauda
no mira ese cuerpo ínfimo que apenas
sostienen las yemas de sus dedos. Sus ojos
se dirigen a una mujer yacente, las manos
entrelazadas sobre el pecho, y cuyas cejas
se arquearon por el dolor del último instante.
Todavía la piel pareciera mantener
los colores de la vida y los pechos tersos
se asoman al final de una túnica
o quizá una mortaja muy tenue. Supe
que ese cuerpo pequeño y rubio era
un emblema del alma de la muerta. ¿Qué
me hizo pensar en un hijo que hubiera
observado y llorado en su cuerpo el acto
que ella no pudo dejar de realizar? ¿Dónde
está quien debería acompañar ese resto
demasiado mortal? ¿Un niño devuelto
a alguien, tal vez yo, que se negó
tanto a la aceptación como al castigo
de las decisiones precarias? La fija risa
mundana de la belleza ya me abandona.
Y la tumba demuestra, falaz consuelo,
que es tan efímero el niño bajo la noche
como la hermosa madre rechazada, y yo
ojalá muestre un día alguna llama afirmativa.



Padres.(Fragmento)