domingo, 17 de diciembre de 2017

Raúl Guerra Garrido / Real Oratorio del Caballero de Gracia



Arquitectura neoclásica.
Siglo XVIII


 Caballero de Gracia

Por muy poco, por el ancho de una manzana, se salvó la calle del Caballero de Gracia de las demoliciones necesarias para la construcción de la Gran Vía. La famosa calle debe su nombre a un personaje del que, de no haber bautizado una calle, nadie guardaría memoria. Se trata de Jácome o Jacobo de Grattis (1517, Módena-1619, Madrid), conocido en su tiempo como el Caballero de Gracia, no título nobiliario sino alias. Del porqué del sobrenombre de Gracia, virtud que sin duda alguna le adornaba, existen múltiples versiones, en diversas anécdotas, siendo la de su nacimiento la más fiable. Se cuenta que su madre, gestante, fue dada por muerta y cuando iba a ser enterrada recobró de pronto la vida, asustando a todos los presentes pero convenciéndoles también de que el niño por nacer tendría una gracia especial, un don particular que no fue tanto una específica virtud sino una predisposición genérica para atraer a la suerte y caer bien o en gracia. De ahi su prestigio siempre por encima de su merecimiento. Su longevidad, murió a los 102 años, quizá fuera una más de las gracias adquiridas en el cataléptico vientre materno, y que suele atribuirse a quien durante el embarazo incrementa con sus lágrimas el líquido amniótico. El Oratorio del Caballero de Gracia fue construido a fines del XVIII por la Venerable Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento en homenaje a Jacobo de Grattis, fundador de la orden. Se trata de un bello y sereno templo neoclásico de planta basilical, diseñado por Juan de Villanueva siguiendo los cánones de Palladio, con una harmoniosa cúpula, hieráticas columnas y bellísimos frescos. El breve atrio que forman escaleras y retranque vivió los avatares de la calle constituyéndose en nocturno refugio de tiracantos, derramasolaces y yonquis más o menos posmodernos, noctívagos pobladores que suelen dejar tras de si un rastro de imposible reciclaje y otros productos varios enigmáticos para el ciudadano medio. La cabecera del templo, es decir, la fachada posterior, se asoma a la Gran Vía acumulando varias excepcionalidades: es parte del único edificio que se conserva anterior a 1910, es el único edificio religioso de tal avenida y es un edificio evanescente. El Caballero de Gracia era un hombre riquísimo, que poseía  casi todas las casas de la calle a él dedicada, suntuosas y con hermoso jardín a la italiana cada una  de ellas. Su fortuna procedía de la herencia, de los negocios, de la diplomacia, del espionaje y de mil vicisitudes que su gracia transmutaba en oro. La leyenda le atribuye una vida paralela en otras mil aventuras amorosas.

Tener o no tener gracia:


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