domingo, 10 de diciembre de 2017

Pedro Gómez Valderrama / Judit con la cabeza de Holofernes



Judit con la cabeza de Holofernes
1613
Pintura barroca italiana
Galleria Palatina (Palazzo Pitti), Florencia


Días después regresó, pálido y silencioso, arrogante de nuevo, irascible y violento. Sus orgías fueron más estrepitosas, y había algo en ellas que hacía intuir al hombre enloquecido de rabia, como después de haber sufrido la más monstruosa de las humillaciones. ¡Ya le quedaba tan poco! Cuando no estaba ebrio o en brazos de cualquier mujerzuela, pintaba. El Gran Duque le encargó por entonces un cuadro, que le valió una fortuna, y en el cual pudo Cristófano, en forma tan hermosa que aún sus enemigos así lo reconocieron, dejar todas sus amarguras, todo su tormento, su ira y su desprecio: es la Judith, en la cual, más hermosa que nunca, aparece Mazzafirra, llevando la cabeza de Holofernes, que es el rostro atormentado de Cristófano. El rostro de Judith tiene la hermosa serenidad de Mazzafirra. Sólo en sus ojos y en su boca se adivina el abismo. En cambio, la cara de Cristófano revela todo su tormento, toda su angustia. Y al fondo está la cara siniestra de la madre, la misma cara de la que aún hoy se ve cruzar, a paso lento, el Ponte Vecchio. Dicen los que lo saben, que la cabeza de Holofernes tiene la misma expresión de angustia y de dolor que el rostro de Cristófano, cuando, amando todavía años después, desesperadamente, a Mazzafirra, se dejó morir de una herida causada por una espina en un pie, sin dejárselo amputar, sin hacer nada para evitar la muerte. La misma expresión de cuando se quedó muerto, conservando en las manos un boceto inconcluso de la diabólica mujer y, en el fondo fue también la muerte de Holofernes, vencido por el amor.

La mujer recobrada

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