lunes, 20 de marzo de 2017

Carlos Pinto Grote / Autorretrato de Van Gogh



Vincent Van Gogh
Autorretrato con sombrero.
1887
Instituto de Artes de Detroit


VINCENS VAN GOGH

Cuando te asomabas a la ventana,
con la oreja cortada,
los campos de Arlés frente a tus ojos
que sólo veían el sol,
estaban diciendo árboles, colinas,
árboles otra vez
mientras pasaba el viento sobre el trigo amarillo.

Y tu oreja cortada viajaba para el amor,
entre las nubes que venían, venían siempre
de los ocultos pasadizos
hasta el puro azul donde el cielo se consagraba.

Así, puesto el sombrero al desgaire,
te veías en el espejo
y te recorrías una y otra vez, dulcemente,
airadamente, apenas concluido
y exacto ya para el tiempo.

Luego en la habitación
donde una lámpara daba la luz propia de su quehacer,
una silla dialoga con ese ausente puro que eras
frente a ti y al espejo.

Más tarde, en la tarde,
cuando el sol ya no podía responderte,
salías, por los henares, por los caminos,
por los perdidos bosques de Arlés,
buscando esa oreja perdida que viajaba para el amor,
mientras tú preguntabas otra vez al viento
cuál era tu destino, quién eras tú, Vicente, herido,
roto, perdido en el aire que movía los trigos,
los árboles, los hombres.

“Unas cosas y otras”

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