jueves, 30 de marzo de 2017

John Keats / Vaso de Sosibios



Sosibios
Crátera de volutas
Estilo neo-áticoSiglo I a. C.
Museo del Louvre




Oda a una urna griega

Tú, todavía virgen esposa de la calma,
criatura nutrida de silencio y de tiempo,
narradora del bosque que nos cuentas
una florida historia más suave que estos versos.
En el foliado friso ¿qué leyenda te ronda
de dioses o mortales, o de ambos quizá,
que en el Tempe se ven o en los valles de Arcadia?
¿Qué deidades son esas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?
¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?  

 Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;
sonad por eso, tiernas zampoñas,
no para los sentidos, sino más exquisitas,
tocad para el espíritu canciones silenciosas.
Bello doncel, debajo de los árboles tu canto
ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.
Osado amante, nunca, nunca podrás besarla
aunque casi la alcances, mas no te desesperes:
marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,
¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!
         
 ¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes
que no despedirán jamás la primavera!
Y tú, dichoso músico, que infatigable
modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.
¡Dichoso amor! ¡Dichoso amor, aun más dichoso!
Por siempre ardiente y jamás saciado,
anhelante por siempre y para siempre joven;
cuán superior a la pasión del hombre
que en pena deja el corazón hastiado,
la garganta y la frente abrasadas de ardores.

¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio acuden?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que hacia los cielos muge,
los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,
alzada en la montaña su calma ciudadela
vacía está de gentes esta sacra mañana?
Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas
tus calles quedarán, y ni un alma que sepa
por qué estás desolado podrá nunca volver.

¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro pensar excede
como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo
tú permanecerás, entre penas distintas
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
«La belleza es verdad y la verdad belleza»... Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.


martes, 21 de marzo de 2017

Concha Espina / Muelle del Tinto



Arquitectura de los nuevos materiales
1874-76


Sobre el ancho paisaje fluvial, silencioso  y cristalino, que convierte a Estuaria en singularísima población lacustre se levantan en el arcén de la ría unos muelles férreos y monstruosos donde empiezan a sumarse los millones de la gran empresa nordetana explotadora del país:  cargaderos con grúas de mandíbula y de imanes, transbordadores y viaductos, insisten en las marismas con formidables plataformas apoyadas en vigas de celosía y columnas de fundición. La ingente mole recorta sus perfiles oscuros en la diafanidad del cielo azul a los pies de colinas rojas y arboladas, por las cuales va resbalando el caserío hasta la concha de la llanura dentada por los esteros.

Concha Espina
El metal de los muertos

lunes, 20 de marzo de 2017

Carlos Pinto Grote / Autorretrato de Van Gogh



Vincent Van Gogh
Autorretrato con sombrero.
1887
Instituto de Artes de Detroit


VINCENS VAN GOGH

Cuando te asomabas a la ventana,
con la oreja cortada,
los campos de Arlés frente a tus ojos
que sólo veían el sol,
estaban diciendo árboles, colinas,
árboles otra vez
mientras pasaba el viento sobre el trigo amarillo.

Y tu oreja cortada viajaba para el amor,
entre las nubes que venían, venían siempre
de los ocultos pasadizos
hasta el puro azul donde el cielo se consagraba.

Así, puesto el sombrero al desgaire,
te veías en el espejo
y te recorrías una y otra vez, dulcemente,
airadamente, apenas concluido
y exacto ya para el tiempo.

Luego en la habitación
donde una lámpara daba la luz propia de su quehacer,
una silla dialoga con ese ausente puro que eras
frente a ti y al espejo.

Más tarde, en la tarde,
cuando el sol ya no podía responderte,
salías, por los henares, por los caminos,
por los perdidos bosques de Arlés,
buscando esa oreja perdida que viajaba para el amor,
mientras tú preguntabas otra vez al viento
cuál era tu destino, quién eras tú, Vicente, herido,
roto, perdido en el aire que movía los trigos,
los árboles, los hombres.

“Unas cosas y otras”

domingo, 12 de marzo de 2017

Margarita Hernando de Larramendi / Laocoonte



Laocoonte y sus hijos
Siglo I d. C.
Escultura helenística
Museo Pío-Clementino (Museos Vaticanos)


El sufrimiento de Laocoonte

Más
-mucho más-
me hiere vuestra duda,
habitantes de Troya
amados míos

Mil veces la serpiente se vengue
mil veces me torture
mil veces me venza
y aun me mate

que mucho más doloroso
-que sólo insoportable-
me es vuestro recelo.

Las palabras perdidas (y otros poemas)

domingo, 5 de marzo de 2017

Vicente Huidobro / Torre Eiffel



Gustave Eiffel
Torre Eiffel
Arquitectura de los nuevos materiales
1889




TORRE EIFFEL

Torre Eiffel
Guitarra del cielo
          Tu telegrafía sin hilos
          Atrae las palabras
          Como un rosal las abejas

Durante la noche
El Sena deja de correr
              Telescopio o clarín

        TORRE EIFFEL

Y es una colmena de palabras
O un tintero de miel

Al fondo del alba
Una araña de patas de alambre
Tejía su tela de nubes

        Hijo mío
       Para subir a la Torre Eiffel
        Se sube por una canción
       Do
            Re
                Mi
                    Fa
                       Sol
                            La
                                Si
                                  Do

         Ya estamos arriba

Un pájaro canta                               Es el viento
En las antenas                                 De Europa
Telegráficas                                    El viento eléctrico

        Allá lejos

Los sombreros vuelan
Tienen alas pero no cantan

Jacqueline
        Hija de Francia
¿Qué ves allá arriba?

El Sena duerme
Bajo la sombra de sus puentes

Veo girar la Tierra
Y toco mi clarín
Hacia todos los mares

       Por la senda
       De tu perfume
       Todas las abejas y palabras se alejan

       En los cuatro horizontes
Quién no ha oído esta canción

SOY LA REINA DEL ALBA DE LOS POLOS
SOY LA ROSA DE LOS VIENTOS QUE SE AGOSTA EN CADA OTOÑO
Y CUBIERTA DE NIEVE
MUERO DE LA MUERTE DE ESTA ROSA
EN MI CABEZA UN PÁJARO CANTA EL AÑO ENTERO

De este modo la torre me habló un día

Torre Eiffel
Pajarera del mundo
           Canta                Canta

Carillón de París

El gigante colgado en medio del vacío
Es el afiche de Francia

             El día de la Victoria
             Se la cantarás a las estrellas.