domingo, 29 de mayo de 2016

Manuel Rivas / La lechera


La lechera,
1658-60
Pintura barroca. Escuela holandesa
Rijksmuseum  (Amsterdam)


Tambien fui al Rijksmuseum y allí encontré La lechera de Vermeer.
El embrujo de La lechera, pintado en  1660, radica en la luz. Expertos y críticos han  escrito textos muy sugerentes sobre la naturaleza de esa luminosidad, pero la última conclusión es siempre un interrogante. Es lo que llaman el misterio de Vermeer. Antes de ir a parar al Rijksmuseum, tuvo varios propietarios. En 1798 fue vendido por un tal Jan Jacob a un tal J. Spaan por un precio de 1.500  florines. En el inventario se hace la siguiente observación: «La luz, entrando por una ventana en el lateral, da una impresión milagrosamente natural».       
Ante esa pintura, yo tengo tres años. Conozco a aquella mujer. Sé la respuesta al  enigma de la luz.

Hace siglos, madre, en Delft, ¿recuerdas?,
tú vertías la jarra en casa de Johannes
Vermeer , el pintor, el marido de Catharina Bolnes, 
hija de la señora Marí Thins, aquella estirada, 
que tenía otro hijo medio loco,
Willem, si mal no recuerdo,
el que deshonró a la pobre Mary Gerrits,
la criada que ahora abre la puerta 
para que entres tú, madre, 
y te acerques a la mesa del rincón
y con la jarra derrames mariposas de luz 
que el ganado de los tuyos apacentó 
en los verdes y sombríos tapices de Delft. 
La misma que yo soñé en el Rijksmuseum, 
Johannes Vermeer encalará con leche 
esas paredes, el latón, el cesto, el pan, 
tus brazos, 
aunque en la ficción del cuadro
la fuente luminosa es la ventana. 
La luz de Vermeer, ese enigma de siglos, 
esa claridad inefable sacudida de las manos de Dios, 
leche por ti ordeñada en el establo oscuro, 
a la hora de los murciélagos.    

Cuando le di a leer el poema a mi madre, ni siquiera pestañeó. Me sentí inseguro. Hablaba de la luz, quizá era demasiado oscuro. Fui a un estante y cogí un libro sobre Vermeer, el de John Michael Montias, en que venía una reproducción de La lechera. Esta vez, mi madre pareció impresionada. Miró la estampa durante mucho tiempo sin hablar. Después guardó el poema y se fue.    
Días más tarde, mi madre volvió de visita a nuestra casa. Traía, como acostumbra, huevos de sus gallinas, y patatas, cebollas y  lechugas de su huerta. Ella siempre dice. «Vayas donde vayas, lleva algo». Antes de despedirse dijo: « He traído también una cosa para ti ». Abrió el bolso y sacó un papel blanco doblado como un pañuelo de encaje. El papel envolvía una foto. Mi madre explicó que había ido de casa en casa de sus hermanas para poder recuperarla. La foto era de soltera. Anterior a 1960 pero muy posterior, desde luego, a 1660. Mi madre no recuerda quién fue el fotógrafo. Sí recuerda la casa, la dueña de mal carácter, el hijo medio loco y la criada que abría la puerta. Era una chica muy guapa, de cerca de Culleredo. «Un día fui y me abrió otra. A ella la habían despedido, pero yo nunca supe el porqué.» En su mirada había una pregunta: «¿Y tú cómo supiste lo de la pobre Mary? ». Luego sentenció: «Tras los pobres anda siempre la guadaña». Por el contrario, mi madre no le daba ninguna importancia a que la mujer del cuadro y la de la foto se pareciesen tanto como dos gotas de leche.


lunes, 23 de mayo de 2016

Juan de Arguijo / Níobe moribunda



Níobe moribunda
(hacia 440 a. de C.)
 Museo de las Termas. (Roma)
Arte clásico griego





                               A una estatua de Níobe que labró Praxíteles de Ausonio


Viví, y en dura piedra convertida,
labrada por la mano artificiosa
de Praxíteles, Niobe hermosa,
vuelvo segunda vez a tener vida.

A todo me dejó restituida,
mas no al sentido, l'arte poderosa;
que no le tuve yo, cuando furiosa
los altos dioses desprecié atrevida.

¡Ay triste! Cuán en vano me consuelo,
si ardiente llanto mana el mármol frío
sin que mi antigua pena el tiempo cure;

Pues ha querido el riguroso cielo,
porque fuese perpetuo el dolor mío,
que faltándome l'alma, el llanto dure.


domingo, 15 de mayo de 2016

Pausanias / Acrópolis de Atenas


Arte clásico griego
A partir del s. V a.C.



            A la Acrópolis hay una sola entrada. No ofrece otra, porque es toda escarpada y rodeado de una fuerte muralla. Los Propileos tienen un techo de mármol blanco, y por el esplendor y la grandiosidad de sus mármoles sobresalen todavía en mi tiempo. Respecto a las estatuas de los jinetes, no sé decir con certidumbre si representan a los hijos de Jenofonte o si son puramente decorativas.
            A la derecha de los Propileos hay un templo de Nike Áptera. Desde allí es plenamente visible el mar, y allí se arrojó Egeo y murió, según dicen. (...)
            A la izquierda de los Propileos hay un edificio que contiene pinturas. Entre las que el tiempo no ha hecho que se borraran se ve a Diomedes y Ulises, uno quitando a Filoctetes su arco en Lemnos, y el otro la Atenea de Ilión. (...)
            En la misma entrada a la Acrópolis está el Hermes que llaman Propileo y las Cárites, que dicen que esculpió Sócrates, hijo de Sofronisco, del que la Pitia testificó que era el más sabio de los hombres, lo que no dijo ni siquiera de Anocarsis, aunque lo quería, y por eso fue a Delfos.    
            Entrando en el templo que llaman Partenón, todo lo que está en el llamado frontón hace referencia al nacimiento de Atenea, mientras en la parte posterior está la disputa de Posidón con Atenea por la tierra. La imagen está hecha de marfil y oro. En medio del casco hay una figura de la esfinge (...) y a uno y otro lado del yelmo hay grifos esculpidos en relieve (...). Son los grifos unos animales parecidos a leones con alas y pico de águila. Sobre los grifos baste lo dicho.    
            La estatua de Atenea es de pie con manto hasta los pies, y en su pecho tiene insertada la cabeza de la Medusa de marfil; tiene una Nike de aproximadamente cuatro codos y en la mano una lanza; hay un escudo junto a sus pies y cerca de la lanza una serpiente; esta serpiente podría ser Erictonio. En la base de la estatua está esculpido el nacimiento de Pandora. (...)   
         

“Descripción de Grecia“

domingo, 8 de mayo de 2016

Jorge Teillier / El poeta tendido



El poeta tendido
1915
Tate Gallery. Londres




también podríamos estar tendidos
en el primer plano del cuadro
con la chaqueta manchada de pasto
y de nuestro sueño
quizás surgirían
un caballo indiferente
una vaca de lento rumiar
una choza de techo de paja
Pero
el asunto
es que las cosas sueñen con nosotros,
y al final no se sepa
si somos nosotros quienes soñamos con el poeta
que sueña este paisaje,
o es el paisaje quien sueña con nosotros
y el poeta
y el pintor

Jorge Teillier
El poeta en el campo

domingo, 1 de mayo de 2016

Carlos Barral / Tlaloc


Museo Nacional de Antropología. México D.F.

TLALOC EN CHAPULTEPEC


Es éste el altar verdadero de la acechante confusión.
Aquí, mi hermano, más que en la antigua pirámide
con lomo de palacio y catedrales y el agua venenosa del estanque,
mucho más que en el recinto de albañales sangrientos y serpientes.
Aquí son las lenguas enroscadas, los ojos impasibles
vítricos de venganza y las bocas de grito,
donde en apariencia la muchacha alborotada y el viejo buscador de estampas.
Esto, aquí, no es cristal ni vidrio sino cuajarón de esperma
de razas exterminadas y estirpes en extinción. Y, ves, al fondo,
lo que parecen nubes es tolvanera amenazante y entre aquellas
breñas viven los que de todos modos ya están muertos
y se conserva la lluvia antiquísima contaminada de orines.
Y mira entre muro y muro cuánta contradicción:
el grupo de los cuates civiles bajo los rígidos sombreros que parecen
alegres compinches, es banda de matones,
y aquellas fieras gentes son músicos, en cambio, y poetas divinos.
“Usuras”