Miguel Ángel
Arquitectura renacentista italiana
Cinquecento
Era un azul
de un brillo de nácar; en el cenit brillaba imperceptiblemente alguna estrella;
en el poniente nadaban nubes doradas y rojas.
- Mira San
Pedro; parece un trozo de nube.
-
Si, es verdad; tiene un color azul como si fuera transparente.
Sonaban
algunas campanadas y seguían pasando las grandes nubes blancas y majestuosas
por el horizonte; en el Janículo, la estatua de Garibaldi se levantaba gallardamente
en el aire, como un pájaro dispuesto a levantar el vuelo.
- Cuando contemplo así Roma
–murmuró Laura-, siento una pena, una tristeza.
-
¿Por qué?
-
Porque pienso que he de morir, y que ya no volveré a ver Roma. Ella estará así
todavía siglos y siglos, iluminada por el sol, y yo habré muerto ya...¿Qué
horror! ¡Qué horror!
“César o nada”
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