domingo, 11 de septiembre de 2016

Mercedes Cortázar / Afrodita de Cnido


S. IV a. C.



LA AFRODITA DE CNIDO

I
el visitante
te sorprende
en el baño
cuando miras
el reflejo de tu piel
en las aguas que te rodean.
si levantas los ojos
puedes ver a Rodas
en la distancia,
pero sigues observando
tu reflejo,
el mármol
transformado en piel,
el dulce juego de la luz
en la transparencia
de tu cuerpo.

II
cabalgando sobre los blancos corceles,
-- olas espumosas del mar divino --
atraviesas los que te anuncian
con conchas y trompetas,
chorreando algas y océano.
ignoras a los tritones,
áurea hija de Zeus,
cuando pasas con tus níveos brazos
domando el pináculo de la onda
que te propulsa
y te entrega
a la amorosa
y rosada playa donde,
finalmente,
reposas.

III
no truecas la caricia
por el cetro del Cronión,
y si usas el oro
es para verte
reflejada en él.
ante ti caen las espadas
y se yerguen los sueños.
la mullida esperanza
espera
en la alcoba
donde tú oficias
el lascivo
olvido
de la guerra.


IV
te escondes
en el gineceo,
y ni la furibunda noche,
ni el adusto viento
logran que depongas tu arco
y sueltes tu carcaj,
lleno de broncíneas flechas
con flamíferas puntas
-- regalo de las Parcas
de la negra muerte.
en el regazo de tu madre
pasas la noche,
recostando tu rostro
sobre el bordado ceñidor
del amor y el deseo
-- infante travieso --
tramando a quién
traspasarás mañana.



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