Monumento a Balzac,
1898
Musée Rodin, París
BALZAC
Gigantesco,
oscurecido por los misterios del hierro,
embozado, Balzac álzase y mira. El desdén inmenso,
el silencio egipcio, el poder del dolor,
la carcajada de Gargantúa, agitan o acallan la ígnea
estatura del Maestro, vívida. A lo lejos, aterrado,
el aire ensordecedor estremece la piel. En vano
el Maestro de «La Comedia Humana»
oscurece sus profundos ojos, genio iluminado.
Epitalamios, canciones de cuna y epitafios
están escritos en el misterio de sus labios.
La triste sabiduría, la insolente ignominia y la agonía sublime
yacen en los pliegues mortuorios de la capa, escarpadas montañas;
y la piedad se oculta en el corazón. El torvo saber estrecha
a la humanidad esencial. Balzac álzase, y ríe.
embozado, Balzac álzase y mira. El desdén inmenso,
el silencio egipcio, el poder del dolor,
la carcajada de Gargantúa, agitan o acallan la ígnea
estatura del Maestro, vívida. A lo lejos, aterrado,
el aire ensordecedor estremece la piel. En vano
el Maestro de «La Comedia Humana»
oscurece sus profundos ojos, genio iluminado.
Epitalamios, canciones de cuna y epitafios
están escritos en el misterio de sus labios.
La triste sabiduría, la insolente ignominia y la agonía sublime
yacen en los pliegues mortuorios de la capa, escarpadas montañas;
y la piedad se oculta en el corazón. El torvo saber estrecha
a la humanidad esencial. Balzac álzase, y ríe.
Rodin en verso
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