Te recordé en al-Zahrá, deseándote
El horizonte sereno y el rostro de la tierra brillante.
La brisa suavizándose en el crepúsculo
Como si sintiendo ternura por mí languideciese compasivamente.
La sonrisa del agua plateada en el jardín
Como guirnaldas liberadas de la garganta.
Un día como los días aquellos que para nosotros marcharon
Cuyas noches pasábamos -cuando dormía el destino- como ladrones.
Recreándonos con aquella flor atrayente
Corría el rocío en ella hasta inclinar su cuello.
Como si sus ojos, viendo mi duermevela,
llorasen por mí corriendo el llanto reluciente.
Una rosa resplandecía en su soleada rosaleda
Y aumentó por ella la claridad de la mañana radiante.
Un nenúfar oloroso propagó su perfume cercándola
Soñoliento al que la aurora despertó.
Todo agita en mí el recuerdo deseándote,
un recuerdo que el pecho angustiado no soporta.
Si se hubiese cumplido el anhelo de reunirme contigo
habría sido el día más feliz.
No calme Dios al corazón ocupado en tu recuerdo
Que no vuele el recuerdo son las ardientes alas del deseo.
Si quisiese llevarme la brisa flotando
llevaría hasta ti a un muchacho al que ha entristecido su hallazgo.
No mis prendas más preciosas y brillantes, amada
mía, si es que los amantes tienen prendas.
Antes, fue la recompensa a la pureza del amor
un íntimo jardín en el que corríamos libres.
Ahora, ensalzo lo que fui a tu lado
Tú te olvidaste, pero yo sigo perdidamente enamorado.
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