Paisaje con la caída
de Ícaro,
Hacia 1558
Museos Reales de
Bellas Artes de Bélgica. Bruselas
MUSÉE DES BEAUX ARTS
Acerca del dolor nunca se
equivocaron
los maestros antiguos: qué
bien comprendieron
su sitio en nuestra vida,
cómo llega
mientras que otros comen,
abren una ventana o se pasean sin más;
cómo, si la pasión de los
mayores espera reverente
el nacer milagroso, ha de
haber siempre
niños que no tenían un
deseo especial de que ocurriera
y patinen en la linde del
bosque:
no olvidaron jamás
que hasta el peor martirio
ha de cumplirse
como sea, en un rincón, en
un sitio mugriento
donde los perros lleven su
perra vida y el caballo del verdugo
se rasque contra un árbol
las inocentes ancas.
En el "Ícaro" de
Brueghel, por ejemplo: cómo se inhibe todo
tranquilamente del
desastre: puede que el labrador
oyese la caída al agua, el
grito no atendido,
y para él no fuese una
tragedia: daba el sol
como tenía que ser en las
piernas blancas que las verdes
aguas se tragaban; y el
costoso, delicado navío que sin duda
vio algo extraño, un
muchacho que caía del cielo,
iba a un lugar y, en paz,
siguió su travesía.
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