“Por
el costado de enfrente, sirviendo de entrada un arco morisco, entramos en el
famoso Patio de los Leones. No hay un sitio del edificio que dé
una idea más completa que éste de su original belleza y magnificencia, pues
ninguno ha sufrido menos los deterioros del tiempo. En el centro se halla la
fuente celebrada en los cantares e historias. La alabastrina taza derrama por
todas partes sus gotas de diamantes, y los doce leones que la sostienen arrojan
sus cristalinos caños de agua como en los tiempos de Boabdil. El patio está
tapizado con un lecho de vegetación y rodeado de aéreas arcadas árabes de
calados trabajos afiligranados, sostenidos por esbeltas columnas de mármol
blanco. La arquitectura, semejante a toda la del Palacio, está caracterizada
por la elegancia más bien que por las dimensiones, poniendo de relieve cierto
delicado, gracioso gusto y predisposición especial a los indolentes goces. Cuando
se mira a través de la maravillosa tracería de los peristilos y de los -al
parecer- frágiles festones de las paredes, se hace difícil el creer que haya
sobrevivido a la destrucción y desmoronamiento de los siglos, a las sacudidas
de los terremotos, a los asaltos de la guerra y a los pacíficos y no menos
dañosos saqueos del entusiasta viajero; todo lo cual es bastante suficiente
para disculpar la popular tradición de que está protegida por mágico
encantamiento. “
Cuentos
de La Alhambra
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