domingo, 27 de noviembre de 2016

Paul Auster / Autorretrato con hermano imaginario



Autorretrato con hermano imaginario
1938
Museo de Arte Moderno de Nueva York 


Yo había tomado prestado el título de mi libro de un dibujo a lápiz de 1938 de Willem de Kooning. Autorretrato con hermano imaginario es una obra de factura delicada que representa a dos muchachos juntos y de pie, uno de ellos con un par de años más que el otro, el mayor con pantalón largo, el menor con bombachos. El dibujo me gustaba mucho, pero lo que me interesaba era el título, y no lo utilizaba como voluntaria referencia a De Kooning, sino por la frase en sí, que me parecía enormemente evocadora y apropiada para la novela que había escrito. Unos días antes, en el despacho de Betty Stolowitz, había sugerido poner el dibujo de De Kooning en la portada. Y ahora pensaba decir a Grace que no me parecía tan buena idea: los trazos a lápiz eran demasiado tenues y no iban a resaltar lo suficiente, con lo que el efecto quedaría difuminado. Pero en realidad me importaba un bledo. Si en el despacho de Betty me hubiera manifestado en contra de reproducir el dibujo, ahora me habría mostrado a favor. Lo único que quería era una ocasión de ver de nuevo a Grace, y el arte era el medio de propiciarla, el único tema que no comprometía mis verdaderos propósitos.

La noche del oráculo


lunes, 21 de noviembre de 2016

Javier Marías / Artemisia



Rembrandt Harmenszoon van Rijn
Artemisia
1634
Museo del Prado, Madrid
Pintura barroca holandesa


En una ocasión salió de su despacho casi a la hora de cerrar, cuando la mayoría de los visitantes habían salido, y encontró a un viejo guardián llamado Mateu (llevaba allí veinticinco años) jugando con un mechero no recargable y el borde de un Rembrandt, concretamente el borde inferior izquierdo del titulado Artemisa, de 1634, el único Rembrandt seguro del Museo del Prado, en el que la susodicha Artemisa, con rasgos muy parecidos a los de Saskia, mujer y frecuente modelo del pintor genio, mira de soslayo una enrevesada copa que le ofrece una sirvienta joven arrodillada y casi de espaldas. La escena se ha interpretado de dos formas, como Artemisa, reina de Halicarnaso, en el momento de ir a beber la copa con las cenizas de Mausolo, su marido muerto para quien hizo erigir un sepulcro que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo (de ahí mausoleo), o como Sofonisba, hija del cartaginés Asdrúbal, que para no caer viva en manos de Escipión y los suyos, que la reclamaban formalmente, pidió a su nuevo esposo Masinisa una copa con veneno como regalo de boda, copa que según la historia le fue procurada por mor de la fidelidad en peligro, y eso que Sofonisba no había sido sólo suya y había estado casada ya antes con otro, el jefe Sifax de los masesilianos, a quien de hecho acababa de robársela el segundo y saqueador marido (susodicho Masinisa) durante la confusa toma de Cirta, hoy Constantina en Argelia. Así, es difícil saber ante el cuadro si en honor de Mausolo va a beber Artemisa maritales cenizas o marital veneno Sofonisba por culpa de Masinisa; aunque por la expresión soslayada de ambas más parece que una u otra fueran a ingerir, no sin vacilaciones, alguna pócima adulterina. Sea como sea, al fondo hay una cabeza de vieja que observa la copa más que a la sirvienta o a la propia Artemisa (de ser Sofonisba, es posible que la vieja le haya puesto el veneno), no se la ve bien del todo, el fondo es una penumbra demasiado misteriosa o está demasiado sucio, y la figura de Sofonisba es tan luminosa y abulta tanto que hace a la vieja aún más dudosa.

Corazón tan blanco

domingo, 13 de noviembre de 2016

Luis Rivera / Busto de Domiciano


Siglo I d.C.
Museos Capitolinos
Roma


9- Ante un busto de Domiciano

penumbra del sueño,
vestíbulo terrible,
pórtico de columnas
de caronte

-no el terreno hermoso de lo eterno
sino algo viscoso y ordinario-

un preámbulo, un paso,
respirar todavía: una conquista
del segundo que late
ensiforme

volver al minuto,
sin temor,
al nucleo del miedo
y despojarlo
atravesada la noche,
tan herida…

-un gemido de ninguna parte-

cada columna una sombra
una condena
y en cada hueco la sentencia

-quien sienta el miedo
es víctima o culpable-

cada cosa a su tiempo
pues ha de llegar la noche
como una ejecución
y al fin el sueño

32 postales romanas

lunes, 7 de noviembre de 2016

John Ashbery / Autorretrato en espejo convexo




Autorretrato en espejo convexo
C. 1524
Pintura manierista italiana
Kunsthistorisches Museum, Viena


Autorretrato en espejo convexo

Como hizo el Parmigianino, la mano derecha
más grande que la cabeza, adelantada hacia el espectador
y replegándose suavemente, como para proteger
lo que anuncia. Unos cristales emplomados, vigas viejas,
pieles, muselina plisada, un anillo de coral corren juntos
en un movimiento que sostiene al rostro, que flota
acercándose y retirándose como la mano
sólo que esta está en reposo. Es lo que está
sustraído. Dice Vasari: "Francesco se puso un día
a hacer su retrato, y se miró con ese propósito
en un espejo convexo, como los que usan los barberos...
Para ello mandó a un tornero que le hiciera
una bola de madera, y tras partirla por la mitad y
reducirla al tamaño del espejo, con gran arte
se puso a copiar cuanto veía en el espejo",
Principalmente su reflejo, del que el retrato
es el reflejo una vez quitado.
El espejo decidió reflejar tan sólo lo que él veía
lo que fue suficiente para su propósito: su imagen
barnizada, embalsamada, proyectada en un ángulo de 180 grados.
La hora del día o la densidad de la luz
adhiriéndose al rostro lo conservan
vivaz e intacto en un gesto recurrente
de llegada. El alma se asienta.
Pero ¿hasta dónde puede salir por los ojos flotando
y aún regresar a su nido a salvo? Al ser la superficie
del espejo convexa, la distancia aumenta
significativamente; es decir, lo bastante para apuntar
que el alma es un cautivo, tratado humanitariamente, mantenido
en suspenso, incapaz de avanzar hasta mucho más allá
de tu mirada cuando intercepta el cuadro.
El Papa Clemente y su corte se quedaron "estupefactos",
Según Vasari, y prometieron un encargo
que nunca se materializó. El alma debe permanecer donde está, (...)

(Fragmento)