lunes, 26 de septiembre de 2016

Octavio Paz / Dulcinea


Dulcinea
1911
Cubismo-futurismo
Museo de Arte de Filadelfia
 

La Dulcinea de Marcel Duchamp

 A Eulalio Ferrer
-Metafísica estáis.
-Hago striptease.

Ardua pero plausible, la pintura
cambia la tela blanca en pardo llano
y en Dulcinea al polvo castellano
torbellino resuelto en escultura.

Transeúnte de París, en su figura
—molino de ficciones, inhumano
rigor y geometría— Eros tirano
desnuda en cinco chorros su estatura.

Mujer en rotación que se disgrega
y es surtidor de sesgos y reflejos:
mientras más se desviste más se niega.
La mente es una cámara de espejos;
invisible en el cuadro, Dulcinea
perdura: fue mujer y ya es idea.
Árbol adentro

domingo, 18 de septiembre de 2016

Friedrich Nietzsche / El caballero, la muerte y el diablo




Alberto Durero
El caballero, la muerte y el diablo
Renacimiento alemán
1513
  

Que nadie intente debilitar nuestra fe en un renacimiento ya inminente de la Antigüedad griega; pues en ella encontramos la única esperanza de una renovación y purificación del espíritu alemán por la magia de fuego de la música. ¿Qué otra cosa podríamos mencionar que, en la desolación y decaimiento de la cultura de ahora, pudiese despertar alguna expectativa consoladora para el futuro? En vano andamos al acecho de una única raíz que haya echado ramas vigorosas, de un pedazo de tierra sana y fértil: por todas partes polvo, arena, rigidez, consunción. Aquí un hombre aislado y sin consuelo no podría elegir mejor símbolo que el caballero con la muerte y el diablo, tal como nos lo dibujó Durero, el caballero recubierto con su armadura, de dura, broncínea mirada, que emprende su camino de espanto, sin que lo desvíen sus horripilantes compañeros, y, sin embargo, desesperanzado, sólo con el corcel y el perro. Nuestro Schopenhauer fue un caballero dureriano de este tipo: le faltaba toda esperanza, pero quería la verdad. No existe su igual.

Friedrich Nietzsche “El nacimiento de la tragedia”

domingo, 11 de septiembre de 2016

Mercedes Cortázar / Afrodita de Cnido


S. IV a. C.



LA AFRODITA DE CNIDO

I
el visitante
te sorprende
en el baño
cuando miras
el reflejo de tu piel
en las aguas que te rodean.
si levantas los ojos
puedes ver a Rodas
en la distancia,
pero sigues observando
tu reflejo,
el mármol
transformado en piel,
el dulce juego de la luz
en la transparencia
de tu cuerpo.

II
cabalgando sobre los blancos corceles,
-- olas espumosas del mar divino --
atraviesas los que te anuncian
con conchas y trompetas,
chorreando algas y océano.
ignoras a los tritones,
áurea hija de Zeus,
cuando pasas con tus níveos brazos
domando el pináculo de la onda
que te propulsa
y te entrega
a la amorosa
y rosada playa donde,
finalmente,
reposas.

III
no truecas la caricia
por el cetro del Cronión,
y si usas el oro
es para verte
reflejada en él.
ante ti caen las espadas
y se yerguen los sueños.
la mullida esperanza
espera
en la alcoba
donde tú oficias
el lascivo
olvido
de la guerra.


IV
te escondes
en el gineceo,
y ni la furibunda noche,
ni el adusto viento
logran que depongas tu arco
y sueltes tu carcaj,
lleno de broncíneas flechas
con flamíferas puntas
-- regalo de las Parcas
de la negra muerte.
en el regazo de tu madre
pasas la noche,
recostando tu rostro
sobre el bordado ceñidor
del amor y el deseo
-- infante travieso --
tramando a quién
traspasarás mañana.



lunes, 5 de septiembre de 2016

Luis de Góngora / El Escorial


Monasterio de El Escorial (Madrid)
Siglo XVI

DE SAN LORENZO EL REAL DEL ESCORIAL

Sacros, altos, dorados capiteles,
Que a las nubes borráis sus arreboles,
Febo os teme por más lucientes soles
Y el cielo por gigantes más crueles.


Depón tus rayos, Júpiter; no celes
Los tuyos, Sol; de un templo son faroles
Que al mayor mártir de los españoles
Erigió el mayor rey de los fieles.

Religiosa grandeza del Monarca
Cuya diestra real al Nuevo Mundo
Abrevia, y el Oriente se le humilla.

Perdone el tiempo, lisonjee la Parca
La beldad desta Octava Maravilla,
Los años deste Salomón Segundo.